22/1/14

UNA BALLENA VARADA

En la mañana del 22 de enero de 1944, hace hoy 70 años, los británicos y norteamericanos desembarcaron en Anzio, a pocos kilómetros al sur de Roma. El objetivo era rodear a los alemanes, conquistar la ciudad eterna y ganar la guerra en Italia. Pero al final, lo único que consiguieron fue desembarcar lo que Winston Churchill llamó “una ballena varada”.

Hace justo 70 años la Segunda Guerra Mundial entraba en su último año decisivo. Los aliados estaban ganando a Hitler, aunque todavía quedaba gran parte del trabajo por hacer. Francia seguía ocupada por los alemanes, la Esvástica ondeaba desde Biarritz hasta el Cabo Norte y los ejércitos de Hitler aún se defendían en el interior de Ucrania y en Bielorrusia contra las ofensivas del Ejército Rojo. Seguía dominando Europa, pero el ejército alemán estaba a la defensiva en todos los frentes, también en Italia, donde los ejércitos aliados habían sido frenados en seco al sur de Roma frente a la abadía milenaria de Montecassino.

Unos 80.000 alemanes se habían atrincherado en este enclave donde al principio de la Edad Media había nacido el primer monasterio de Europa fundado por San Benito, el padre de la Orden Benedictina. Su posición geográfica, enclavada entre montañas y protegida por ríos, la hacían un lugar defensivo ideal al sur de Roma desde donde frenar el avance de los muy superiores ingleses y americanos. Allí, entre las rocas, poco podían hacer los tanques y aviones aliados. Solamente quedaban los ataques frontales, pero éstos eran sangrientos y a costa de miles de bajas a cambio de ningún avance.

Los políticos aliados estaban nerviosos ante la falta de resultados. Ya había pasado la Navidad de 1943 y Roma seguía sin ser conquistada. Lo que en septiembre de ese año parecía un objetivo al alcance de la mano seguía estando muy lejos. Ese mes Italia cambió de bando. Tras la destitución de Mussolini como jefe de Gobierno italiano y el cambio de bando de los antiguos aliados de los alemanes, parecía que se abría una autopista desde el sur hacia Alemania y, con ello, el final de la guerra.

Los aliados desembarcaron en Salerno, al sur de Nápoles, con la intención de avanzar rápidamente hacia el norte y tomar Roma, Italia y entrar así en Alemania. Pero se equivocaron. Hitler se temía el cambio de bando de su aliado italiano y tomó precauciones. Cuando sucedió, sus soldados estaban preparados y ocuparon Italia con rapidez, impidiendo el avance de sus enemigos hacia el norte. El plan de los aliados había fallado y Roma no fue conquistada.


Salvar el punto muerto

El primer ministro británico, Winston Churchill, que era un partidario acérrimo de la guerra en Italia, quería resultados. Sus aliados estadounidenses nunca habían creído realmente en la utilidad de esa invasión porque para ellos la clave estaba en el desembarco en Francia. La fecha de ese desembarco, la histórica invasión de Normandía, se estaba acercando e iba a ocupar la mayoría de los recursos necesarios de otros frentes de combate, entre ellos Italia. Por eso, si se quería salvar el punto muerto alcanzado en Montecassino, los aliados tendrían que darse prisa.
 
El plan de los aliados.
Entonces surgió el plan: rodear el frente alemán mediante un desembarco al norte de las trincheras y al sur de Roma, en concreto en Anzio. Esta idea, animada por un Churchill ansioso por conquistar Roma, iba a ser la última oportunidad de ganar la guerra en Italia antes de la gran invasión de Francia.

Así pues, en la mañana del 22 de enero de 1944, unos 36.000 soldados aliados, con más de 3.200 vehículos, fueron desembarcados por unas 226 lanchas en las playas de Anzio. Fue un éxito táctico rotundo y una gran sorpresa para los alemanes, que no se esperaban esta operación. Les cogió tan desprevenidos que apenas hubo soldados que se opusieron al desembarco. Los aliados sólo sufrieron 13 muertos y 97 heridos. Los alemanes perdieron 200 soldados que cayeron prisioneros, pero peor aún fue que no tenían a nadie entre las playas y Roma: si los aliados hubiesen avanzado, hubieran podido entrar en la ciudad eterna sin resistencia. Pero no lo hicieron.

Los aliados desaprovecharon su oportunidad. El comandante en jefe, el general estadounidense John P. Lucas, prefirió reforzarse y reagruparse antes de avanzar. No se fiaba de los alemanes. Estos no perdieron el tiempo. Hitler reagrupó sus tropas y cogió refuerzos desde diferentes lugares de su imperio: llegaron a marchas forzadas divisiones suficientes como para rodear a los recién desembarcados. En pocos días, los que iban a rodear a los alemanes fueron cercados por éstos.



Un fracaso estratégico


Churchill no pudo esconder su decepción y afirmó que “esperaba que la fuerza desembarco se abalanzara sobre la costa como un gato montés y me encontré con que había llegado a la playa como una ballena varada”. Fue un fracaso estratégico de primer orden que costó miles de vidas por ambos bandos.

Los aliados habían quedado atrapados en un perímetro de pocos kilómetros cuadrados y sufrieron el bombardeo intensivo e ininterrumpido de los alemanes, que incluso llegaron a utilizar supercañones Krupp de 28 centímetros que se disparaban desde raíles de tren debido a su fuerte retroceso. Pero a pesar de los furiosos contraataques y los constantes bombardeos, los alemanes no pudieron echar a los aliados al mar y éstos no pudieron vencer a los alemanes y romper el frente. Se produjo así un empate sangriento que duró meses y costó unas 60.000 bajas en ambos bandos.

El supercañón Krupp.
Esta situación duró hasta el mes de mayo, cuatro meses después del desembarco. Al final fueron las fuerzas aliadas que luchaban en Montecassino las que finalmente lograron romper el frente tras muchísimas pérdidas y comenzar el avance hacia Roma. Los alemanes se fueron retirando con orden y sin caer en el pánico. El 25 de mayo los aliados que avanzaban desde Montecassino consiguieron llegar hasta Anzio y liberar a sus compañeros. Entonces, por fin, pudieron avanzar hacia Roma.


La ciudad eterna fue liberada el 4 de junio de 1944. Tras muchos esfuerzos y sangre, los aliados consiguieron al fin conquistar la capital de Italia. Pero su gloria fue efímera. Sólo dos días después se produjo el gran desembarco en Normandía. Toda la atención mundial y todas las prioridades militares se dirigieron a Francia, mientras que los soldados que luchaban en Italia eran olvidados. Los alemanes, por su parte, se reorganizaron y reagruparon al norte de Roma en una nueva línea defensiva, la Línea Gótica, y siguieron defendiendo con éxito el frente sur y evitar la invasión de Alemania desde allí hasta el mismo final de la guerra. 


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