1/9/13

1888, el año de los tres Káisers alemanes


Hace 125 años, en 1888, Alemania llegó a tener tres emperadores. Fue un año de grandes convulsiones políticas y de un cambio generacional crucial para el destino del país más poderoso del continente europeo. Ese año se produjo la transición del S. XIX al S. XX, y el principio de un camino que acabaría conduciendo a la tragedia de la Primera Guerra Mundial.

El 9 de marzo de 1888 murió el Káiser Guillermo I a la edad de 91 años. Este emperador encarnaba el S. XIX, ya que había vivido en primera persona todos los acontecimientos que habían llevado al nacimiento del Imperio Alemán, llamado más tarde “Segundo Reich.” Guillermo I nació en 1797, en plena época marcada por la Revolución Francesa, cuando Alemania no existía aún y estaba dividida por centenares de pequeños estados independientes de los que Prusia, la patria de Guillermo, era uno de los más grandes y fuertes.

Cuando el pequeño Guillermo sólo tenía 9 años Napoleón derrotó a su país y entró en Berlín. Más tarde, en 1815, cuando el joven príncipe había cumplido los 18 años, el emperador francés fue derrotado en Waterloo y las monarquías absolutas volvieron a imponer su voluntad en Europa. Años más tarde, cuando Guillermo era un hombre de más de 50 años, estalló la revolución de 1848. Su hermano Federico Guillermo IV era el rey de Prusia y se enfrentó a los revolucionarios que pedían una constitución y la unidad alemana. Se enfrentaban la antigua visión de la monarquía por derecho divino con la exigencia de la burguesía a participar en el gobierno. Guillermo quiso disparar contra las masas y encarcelar a los revolucionarios, algo que finalmente su hermano hizo derrotando las aspiraciones constitucionalistas en Prusia.

Guillermo I.
Federico Guillermo IV murió en 1861 sin dejar herederos, por lo que Guillermo I fue coronado rey de Prusia cuando ya contaba con 64 años. Pero él sólo era un soldado, no sabía de política. Le dejó todos los asuntos a su canciller, Otto von Bismarck, y éste trabajó para conseguir la unidad de Alemania, pero no precisamente del tipo como la que quisieron los revolucionarios de 1848. Entre 1866 y 1871 se lucharon tres guerras, las llamadas “guerras de unificación” contra Dinamarca, Austria y Francia. Prusia lideró el proceso y acabó unificando los diferentes estados alemanes –excepto Austria- hasta crear en 1871 el Imperio Alemán. Guillermo I era desde ese momento emperador de un Reich que se había unificado a base de guerras y bajo la dirección de Prusia, probablemente el Estado más conservador del centro de Europa, y no basándose en la ley ni la igualdad.   

El Imperio Alemán de 1871.

Alemania, entre la modernidad y el Antiguo Régimen
La Alemania que se creó en 1871 sufría una grave contradicción. Era una mezcla entre un Estado moderno, industrializado y avanzado con una burguesía poderosa, y un Estado del Antiguo Régimen con una aristocracia y una monarquía muy fuertes que se basaban en el poder del ejército, una institución intocable con enormes privilegios sociales. Aunque había una constitución, el Parlamento -el Reichstag- era una institución sin apenas influencia, ya que el gobierno recaía enteramente en el emperador y su canciller, Bismarck, que por otra parte prohibió y persiguió las actividades de los católicos y de los socialdemócratas en todo el país. Esta era la Alemania reaccionaria y decimonónica que comprendía Guillermo I, en la que se había criado y que conocía. La Alemania moderna e industrializada le era completamente ajena. Pero no a su hijo.
Federico III.

Cuando en marzo de 1888 Federico III heredó el trono, ya tenía 56 años y estaba gravemente enfermo de cáncer. Su vida fue bastante triste, siempre a la sombra de su padre y esperando su oportunidad de gobernar. Se le atribuía una gran sensibilidad hacia los intereses de la burguesía industrial alemana y cierta simpatía hacia los valores constitucionales y democráticos parlamentarios. Era un hombre de finales del S. XIX, en la puerta del XX, que tenía asumido que la monarquía absoluta en la que el rey sólo tenía que rendir cuentas a dios pertenecía al pasado. Pero sólo estuvo en el poder 99 días.

El 15 de junio de 1888 murió Federico III y le sucedió su hijo Guillermo II. El nuevo Kaiser era joven, con sólo 29 años, y no tenía experiencia política de ningún tipo. Sin embargo, era arrogante y soberbio, con un claro complejo de inferioridad que dominaba sus decisiones. No dejaba que nadie destacara por encima de él, ni siquiera el todopoderoso y respetado canciller Bismarck. Mientras su abuelo Guillermo I supo reconocer que no sabía de política y delegó en Bismarck, Guillermo II se arrogó todo el poder ejecutivo y pronto despidió al anciano canciller. Fue una decisión muy grave.

El fin del equilibrio europeo
Guillermo II.
Bismarck era el único que conocía la verdadera debilidad de Alemania, que en pleno centro de Europa, era en el fondo muy vulnerable a un ataque por varios flancos a la vez por parte de sus vecinos. Para ello se cuidó de crear un sistema de equilibrios diplomáticos que mantenían a Alemania en el centro y a salvo de una posible coalición de países vecinos contra ella. Esto implicaba no amenazar los intereses de estos países y respetar el status quo.

Pero Guillermo II no lo veía así. Obnubilado por el poderío industrial alemán, quiso imponer su fuerza al resto de las potencias europeas, amenazando sus intereses y creándose enemistades. Por ejemplo, insistió en que Alemania tuviese colonias en África y en Oceanía, que reivindicaba como el “lugar al sol” de su imperio en el mundo. Para ello mandó construir una gran flota de guerra que inmediatamente puso en alerta a Gran Bretaña, que veía en ello una amenaza a su imperio comercial, poniendo fin así a la tradicional alianza entre ingleses y prusianos.


Esta insensatez acabó provocando la concatenación de una serie de crisis internacionales que acabaron por romper el sistema de equilibrios de Bismarck y aislar a Alemania frente al resto de grandes potencias. El clima era de máxima tensión y una simple crisis podía provocar un incendio. En 1914 esto tuvo una consecuencia trágica: el inicio de la Primera Guerra Mundial, en la que Alemania fue derrotada y Guillermo II y la monarquía derrocada para siempre.             

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