14/6/12

EL TRAIDOR DEL CINTURÓN DE HIERRO

Sello conmemorativo de Alejandro Goicoechea.
Cuando Alejandro Goicoechea se pasó al otro bando se llevó con él unos documentos muy importantes, vitales. Planos muy precisos de búnkeres aparentemente macizos, de posiciones y trincheras, marcados con exactitud milimétrica en los croquis que el ingeniero vasco había confeccionado. El día que cruzó las líneas hacia el ejército de Franco, llevaba bajo el brazo la llave de una de las obras defensivas más importantes de España: el Cinturón de Hierro, la defensa de Bilbao.  


En junio de 1937, hace ahora 75 años, las tropas navarras e italianas de Franco presionaban con fuerza a los soldados del ejército vasco, el Eusko Gudarostea, para expulsarles de Euskadi. La ofensiva había comenzado en abril y había supuesto la destrucción de Guernica por la Legión Cóndor alemana. Se acercaba lentamente pero de forma imparable a Bilbao, la capital.

Búnker del Cinturón de Hierro.
Era el último bastión del territorio vasco en manos de la República, pero la moral seguía siendo alta. Bilbao estaba muy bien defendida por el Cinturón de Hierro, un entramado de fortificaciones espectaculares que la propaganda había calificado de “impenetrables”. Muchos soldados republicanos estaban confiados. Que avancen, pensaban, que no podrán tomar Bilbao.

Pero el ingeniero Goicoechea se llevó los planos en los que se demostraba que este Cinturón de Hierro ni era de hierro ni era un cinturón. No se había terminado de construir y, aunque las fotografías enseñaban unos búnkeres de hormigón temibles, había zonas con una defensa muy precaria. Esas zonas estaban escondidas, camufladas, pero Goicoechea sabía dónde estaban. No en vano había sido él quien había diseñado esta obra. Para este ingeniero monárquico su lealtad política era más fuerte que su lealtad a su trabajo. Por eso huyó dispuesto a delatar por dónde los soldados de Franco podían romper su obra y conquistar Bilbao, el último reducto libre de Euskadi.


La guerra en Euskadi

Cuando comenzó la guerra en julio de 1936 la franja cantábrica, de Oviedo hasta San Sebastián, se mantuvo leal a la República. Sin embargo, estaba aislada del resto del territorio republicano y completamente rodeado por la zona sublevada. Al principio los ojos estaban puestos en Madrid y la guerra en Euskadi pasó relativamente desapercibida.

Soldados del ejército vasco.
Vizcaya y Guipúzcoa –después de recibir la garantía de que el Gobierno de la República aprobaría el Estatuto de Autonomía vasco- se mantuvieron leales, mientras que Álava y Navarra optaron mayoritariamente por el bando sublevado. Las antiguas querellas de las guerras carlistas regresaron. Y con ellas, miles de boinas rojas de los requetés tradicionalistas y reaccionarios que volvieron a inundar los valles de Euskadi.


La lucha fue atroz. En septiembre de 1936 cayó Irún, y con esta ciudad la conexión por tierra con Francia. Guipúzcoa estaba perdida. Sólo quedaba Vizcaya, aislada y acosada. Aunque también autónoma y al margen de los demás territorios republicanos cantábricos. Vizcaya vivió unos meses de cuasi independencia, lejos de Madrid. Pero cuando Franco se fijó en esta provincia su destino estaba sellado.


El 11 de junio de 1937 comenzó la ofensiva contra Bilbao. Los requetés navarros y los fascistas italianos atacaron con gran violencia precisamente en los puntos débiles del Cinturón de Hierro que Alejandro Goicoechea les había marcado. La Legión Cóndor machacó las defensas desde el aire. Un día después el bombardeo se intensificó y el ataque se concentró en el Monte Gaztelumendi, el talón de Aquiles de Bilbao.

Entrada de los franquistas en Bilbao.

En dos días de combate fue conquistado y el camino a Bilbao quedó abierto. El resto del Cinturón de Hierro ni siquiera entró en combate. Ante el riesgo de ser rodeados, los soldados vascos se retiraron a la ciudad. Cundió el pánico. Una semana después, el 19 de junio de 1937, Bilbao, y con ella toda Euskadi, fue conquistada.  


Alejandro Goicoechea, el traidor del Cinturón de Hierro, disfrutó de una próspera carrera bajo el régimen de Franco. Se hizo famoso, pero no por permitir que los franquistas conquistaran Bilbao. Fue uno de los inventores del Talgo en 1941, uno de los contadísimos logros de la ingeniería franquista. Goicoechea vivió hasta los 89 años. Murió en Madrid en 1984, reconocido y alabado.  


Incluyo un corto muy interesante sobre "El último día del Cinturón de Hierro":



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