17/4/12

Demóstenes, el último demócrata

Demóstenes.
"Las palabras que no van seguidas de los hechos no valen para nada." Esta frase tan contundente la dijo Demóstenes, un genio de la oratoria y el último defensor de la democracia en Atenas frente al imparable poder del rey Filipo II de Macedonia, el padre de Alejandro Magno. Demóstenes defendió la libertad frente a la monarquía militar y como indica su frase, fue consecuente toda su vida y no se rindió jamás. Ni siquiera cuando fueron a apresarle. Prefirió el suicidio antes de caer preso.

Demóstenes vivió entre los años 384 y 322 a.C. Su mundo era la antigua Grecia, un lugar sin duda espectacular y cuna de la cultura europea actual. Sin embargo, para entonces hacía tiempo que ya no vivía sus mejores momentos. Estaba exhausta por las continuas guerras. Los momentos de gloria habían pasado.

El mundo griego de la Antigüedad nunca había estado unido. Lo formaban una serie de ciudades-estado que los griegos llamaban polis. Eran completamente independientes políticamente las unas de las otras e incluso con diferentes formas de gobierno. Pero les unía la cultura, el idioma y la religión. Zeus, Afrodita y Apolo eran venerados por todos, y por todos era envidiada y temida la poderosa Atenas, líder de un imperio marítimo que le proporcionó riquezas y prestigio, construcciones eternas como el Partenón, y líderes inmortales como Pericles.

Pero sobre todo, Atenas era una democracia donde sus ciudadanos decidían su destino. Era un estado enfrentado con los intereses de otras polis gobernadas por una oligarquía, como Esparta o Corinto. Eran ideologías enfrentadas y eso provocó la Guerra del Peloponeso en el año 431 a.C. hasta dejar a todo el mundo griego prácticamente arrasado.

Filipo II.
Un siglo más tarde, y tras sobrevivir a la derrota y a varios intentos de cambio de régimen, Atenas y su democracia tenían otro enemigo. Los macedonios, un pueblo del norte de Grecia al que muchos griegos negaban la identidad helénica por su dureza y falta de nivel cultural. Les mandaba Filipo II, un monarca muy inteligente y audaz. Contaba con el mejor ejército del momento y se hizo rodear de una corte de intelectuales y eruditos griegos para proporcionar a su séquito el glamour que le faltaba. Por ejemplo, su hijo Alejandro fue educado por Aristóteles. Sin embargo, Filipo no era peligroso por su capacidad intelectual, sino por su poder militar y su ambición.

La democracia en peligro
Demóstenes lo sabía. También sabía que la democracia en Atenas corría un grave peligro si vencía Filipo, así que trató de movilizar a sus compatriotas para la defensa: “Mientras que el navío está a salvo, ya sea uno grande o pequeño, entonces es el momento para que el marinero y el timonel y todos los demás cargos muestren su empeño y tengan cuidado de que no zozobre por la malicia o negligencia de alguno; pero cuando el mar lo ha superado, entonces el empeño es inútil" (Tercera Filípica).

Acrópolis de Atenas.
Esta frase es parte de la llamada tercera Filípica, unos discursos que este maestro de la retórica defendió ante la asamblea popular de Atenas para alertar a sus conciudadanos sobre la necesidad de prepararse para combatir. Sin embargo, a pesar del arte y del empeño de Demóstenes por convencer a la asamblea, los ciudadanos estaban cansados de guerras y de privaciones, y no se mostraron por la labor de hacerle caso hasta que finalmente la amenaza macedonia ya era evidente. ¿El empeño ya era inútil, como advirtió el orador?

Las ciudades griegas se movilizaron y se aliaron para la defensa. Filipo entró en Grecia a sangre y fuego y pronto tuvo que hacer frente a los hoplitas griegos unidos. Estos guerreros antaño habían sido temibles. Sus falanges vencieron a los persas en Maratón en el año 490 a.C. y se enfrentaron entre ellas en la terrible Guerra del Peloponeso.

Pero en época de Demóstenes estas falanges ya no eran el arma terrible de antaño. Las lanzas y los escudos eran parecidos, pero no los hombres que las empuñaban. Habían dejado de ser ciudadanos conscientes y motivados por la defensa de su hogar. Estos hoplitas no estaban acostumbrados a luchar, actividad que hacía tiempo habían dejado en manos de mercenarios. Solamente ahora, en momentos de extrema necesidad, los ciudadanos volvían a empuñar las armas. Pero enfrente estaban los macedonios, unos guerreros despiadados que habían perfeccionado la táctica de la falange introduciendo la sarissa, una lanza muy larga que les hacía prácticamente inexpugnables en su avance hombro con hombro y protegidos por sus escudos.

Falange macedonia.
Esto es lo que ocurrió en Queronea, la batalla que se libró en el año 338 a.C. y en la que los macedonios aplastaron a los griegos. El propio Demóstenes participó como un hoplita más, pero según el autor griego Plutarco, el gran orador no se distinguió precisamente por su honor en combate y huyó para salvar la vida, como muchos de sus compañeros no habituados a la lucha frente a los duros macedonios entre los que estaba el hijo de Filipo, Alejandro, el futuro Magno. Demóstenes se defendió astutamente de las críticas por su actuación en la lucha y afirmó que cuando una batalla está perdida, sólo los que han huido pueden combatir en otra”.

Derrota de los griegos
Pero no iba a haber más batallas, al menos con las armas. Queronea supuso la derrota aplastante de las ciudades griegas que fueron sometidas por Filipo y su monarquía, aunque a través de una ficción. El macedonio no conquistó simplemente las ciudades, sino que las integró en una alianza llamada Liga de Corinto de las que se proclamó líder indiscutible. Las ciudades mantuvieron su autonomía, pero sólo de manera externa. Habían dejado de ser libres.

Los atenienses, a pesar de la huida de Demóstenes del campo de batalla, le reconocieron su labor como defensor de la democracia y le encargaron el discurso fúnebre a los hoplitas muertos en Queronea. Fue un ataque atroz a Filipo al que recomendó: Haz que tus familiares te reverencien más que te teman, pues el amor sigue a la reverencia, más el odio al temor”.

Alejandro Magno.
A pesar de esta advertencia, poco después Filipo fue asesinado y le sucedió Alejandro, que no tardó en embarcarse en su inolvidable campaña que conquistó el imperio persa y helenizó el mundo. Demóstenes, mientras tanto, seguía activo en Atenas criticando a la monarquía macedonia y a su rey, el conquistador del mundo, al que recordó que estás al descubierto en tu vida y en tu conducta, en tus actuaciones públicas y en tus abstinencias”.  

Alejandro Magno murió en el año 323 a.C. en Babilonia con sólo 33 años. No dejó heredero y su muerte desembocó en una lucha a muerte entre sus generales para repartirse el imperio. En Grecia y Macedonia estaba en el poder el general Antípatro, contra el que muy pronto estalló una rebelión. Demóstenes fue perseguido por ser considerado uno de los promotores de la revuelta. En concreto, los seguidores de Antípatro en Atenas impusieron en la asamblea que se le condenara a muerte. Pudo escapar, pero pronto fue alcanzado por los macedonios. Sin embargo, antes de ser apresado para ser ejecutado, se suicidó con veneno.   

Al final vencieron los enemigos de la democracia y Atenas nunca más recuperó su libertad. Demóstenes había vivido y luchado para preservarla, pero la época en la que vivió la democracia tenía los días contados frente a las monarquías absolutas de los nueves reyes helenísticos. La libertad de todos había muerto ante el poder de uno sólo. Pero Demóstenes, en otro gran consejo, explicó al rey: “Si quieres ser feliz enteramente solo, jamás lo conseguirás”.  

4 comentarios:

  1. Anónimo3:03

    esta muy buena la información y las imagenes

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  2. Muchas gracias. Demóstenes es un personaje muy interesante y en gran medida desconocido por lo que me animé a conocerle un poco mejor.
    Un saludo

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  3. :) La historia se repite ... sera que no hemos evolucionado tanto?
    Felicidades por el articulo

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    1. Muchas gracias Simone. No dejamos de ser los mismos. Gracias por tu comentario

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